Julio es ese mes que tiene algo especial en el aire. Los días son largos, el sol se queda más tiempo, y el cuerpo se siente más vivo. Todo parece más ligero, y a la vez, más intenso. Por eso, cuando aparece alguien que te mueve el corazón en esta época, puedes llegar a pensar que es el destino tocando tu puerta. ¿Pero lo es?

Hay algo que debemos recordar: cuando estamos en modo verano, también estamos más vulnerables a proyectar. Porque queremos sentir bonito, porque queremos compartir la risa, la cama, la vida. Y eso no tiene nada de malo. Lo complicado empieza cuando confundimos intensidad con conexión. Cuando una mirada o una charla nos hace imaginar futuros que aún no existen.

Si estás empezando a conocer a alguien, obsérvalo sin apurarte. Fíjate si te suma calma o si te deja más confundida cada vez que se va. Si sus acciones coinciden con sus palabras. Si hay interés real o solo ganas de pasar el rato.

El amor verdadero no te atropella ni te deja pensando “¿será que sí?”. Se siente como un espacio donde puedes respirar más profundo. No es una montaña rusa emocional, es un terreno firme. Y en verano, entre tanta chispa, hay que tener cuidado de no quemarse por querer sentir calor.

Así que sí: siente, vive, ríe, conéctate. Abre el corazón si lo deseas. Pero no lo entregues solo porque el momento lo pidió. Tu amor merece quedarse donde pueda florecer, no solo donde te den sombra por un rato.